El caos para ordenarse
“Me fascina el caos, creador y destructor de universos, sin ningún propósito, sin ningún sentido.” -Javier Sanz
Imagina la siguiente situación: estás en tu recamara leyendo, escuchando música, jugando videojuegos o realizando cualquier actividad que te plazca; acto inmediato, entra tu mamá y exclama semejante oración exhortativa que proviene desde lo más profundo de su trastorno obsesivo compulsivo: “¡Ordena tu cuarto en este instante!”. Tú simplemente no sabes qué responder ante semejante imperativo porque, desde tu perspectiva, sabes dónde está ubicada cada cosa que conforma ese universo tuyo —vaya—, desde tu óptica, tu cuarto permanece ordenado. Con este panorama podemos afirmar que lo que es caos para unos, será orden para otros, por lo que te invito a reflexionar acerca del valor que posee el caos en nuestras vidas y de cuánto es necesario para ordenarlas.
Verás, en las últimas décadas se ha sembrado en el imaginario colectivo el hecho de considerar al caos como sinónimo de desorden o falta de acción. Asociamos la irracionalidad con el caos e inmediatamente sentimos desagrado hasta rechazarlo, asumiendo que todo aquello que no es racional es negativo, o sea, caótico. Sin embargo, el desorden y el caos no son sinónimos, entonces vale la pena establecer una serie de definiciones para apoyar los razonamientos que se presentan en este ensayo interpretativo.
La palabra orden nace del latín ordinis que viene de una raíz indoeuropea y significa “mover” o “ajustar”, de ella se deriva la palabra ordenar, la cual refiere a la acción de establecer orden, se le agrega el vocablo -ar con el propósito de adecuar el término y es por eso que las palabras como arte, aritmética, armonía, entre otras, se asocian con el orden(ar). La palabra caos viene del griego χάος (khaos), la cual proviene de la mitología y significa “masa de materia sin forma”; desde la cosmogonía de la cultura en cuestión, el universo era caótico antes de la creación del mundo y esa condición era necesaria para la misma. Desorden proviene del mismo origen que orden, se le adhiere el prefijo des- con el cual se le designa un significado distinto a ordinis, es decir que es aquello que no se mueve o no se ajusta.
El caos no necesariamente implica desorden desde un sentido literal y tampoco peyorativo, lo cual nos dirige a que pensemos que la construcción de nuestra realidad presentará múltiples alternativas y rumbos para concebirse, no es exclusiva la visión lineal, incluso podría considerársele un carácter impredecible que se manifiesta inherentemente en la vida, la naturaleza y el universo. Es precisamente este motivo que impulsa al ser humano a entender todo aquello que nos rodea, nombrarlo, comprenderlo y ordenarlo para nuestra comodidad o conveniencia, pero lo complejo radica en que el caos a ordenarse se hallará primeramente en el universo interno de cada individuo, por tanto, la construcción, el entendimiento y la comprensión de la realidad comenzará con descifrar el caos de cada uno y esto representa la existencia simultánea de diversos caos con sus muchas posibilidades de ordenarse.
Dado lo anterior, es perceptible la dialéctica entre el orden y el caos, y siguiendo las lógicas etimológica y mitológica, así como las filosofías de las culturas antiguas como la griega o la nórdica, e incluso las mesoamericanas, el orden requiere del caos para existir. El valor del orden radica en el valor del caos. Cada individuo es un universo por sí mismo, si aún nos basamos en la etimología de caos, entonces determinamos que somos seres sin forma y que hemos venido al mundo a dotar de forma y sentido a nuestra existencia, es decir, a darle orden, pero insisto que primero necesitamos ser caóticos, además, somos seres en constante construcción, deconstrucción y reconstrucción, y es por eso que somos infinitos, tal como el universo.
Los conceptos no deberían ser absolutos ni lineales, cada persona también entenderá y establecerá su orden para tener una vida plena. Lo más importante es que tengamos caos para ordenarse (construcción o formación de nuestro universo) con la finalidad de no ser felices, sino de simplemente ser.